jueves, 20 de noviembre de 2014

AKRAM KHAN


DE LA UNIÓN ENTRE DANZA CONTEMPORÁNEA Y FOLCLORE INDIO HA NACIDO ESTA ESTRELLA INCLASIFICABLE.

Reducir su arte a una fusión del tradicional kathak de la India con la danza contemporánea más actual sería demasiado simple. Para Akram Khan (Wimbledon, 1974) es escenario es un territorio sin pasaportes ni restricciones culturales donde escenifíca con naturalidad los contrastes de su propia vida, que parecen dos. Nació en Inglaterra en el seno de una familia bengalí. Bangladés, con su cultura culinaria, sus olores y colores, sus estrictas tradiciones y su marcada espiritualidad flotaban en casa y a dos pasos, cruzando el umbral, le aguardaba todo Londres, nada menos. No renegó de una cosa ni de la otra. Escogió el mestizaje. Ha vivido dos culturas como si fuesen una. De su madre, maestra de danza superlativa, aprendió a dominar las dificultades del Kathak. Y de Londres absorbió el palpito urbano de su baile.

Las fusionó y, a una velocidad imposible creó un estilo personal, a medias ancestral, a ratos adelantado a su tiempo, con el que ha hecho delirar a audiencias ya sea como coreógrafo para su compañía (con trabajos como Ma, Kaash, Bahok, Vertical road) o como bailarín virtuoso en solos (Desh) y duetos con parejas de lujo (Juliette Binoche, Sylvie Guillem, Sidi Larbi Cherkaoui y ahora, Israel Galván). Le gusta rodearse de artistas con sensibilidad exquisita y, en su meteórica carrera, que le ha llevado a convertirse en artista residente del Sadler's Wells, la casa más revelante de la nueva danza londinense, ha hecho colaboraciones con el escultor Antony Gormley, el Músico Nitin Sawhney, el artista visual Anish Kapoor, el escritor Hanif Kureishi, el cineasta Danny Boyle ( en la ceremonia de los juegos de Londres 2012) o la diva Kylie Minogue, a quien ha montado coreografías para sus shows en directo.

En escena en un torbellino de energía y perfección. Sus ambiciosos espectáculos han conectados con audiencias grandes y culturalmente tan diversas como su danza, que lejos de ser abstracta intenta hablar siempre de una globalización lógica, de lo mucho que nos une nuestra naturaleza humana y de lo poco que nos separa lo que diga nuestro pasaporte. En verano 2014 desveló dos de sus facetas. En Madrid bailó con Israel Galván en Torobaka, y llevó al Festival Castell de Peralada Dust, la pieza sobre la II Guerra Mundial que montó para el English National Ballet, a petición de la española Tamara Rojo, nueva directora artística de la potente compañía británica. 

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