Winston & Strawn es un bufé de abogados
fundado en Chicago hace siglo y medio y que hoy cuenta con sedes en
tres continentes. Una de sus jóvenes promesas a principios de la década
del 2000 era Nathan Sawaya. Nacido en Colville, Washington, Sawaya había
terminado estudios de derecho en la universidad de Nueva York y allí
vivía trabajando doce o catorce horas diarias en el departamento
corporativo de la firma. La mayoría de sus colegas prefería liberar la
tensión del día en el gimnasio o entre copas, pero Sawaya huía a su
apartamento y se encerraba a pintar o esculpir en arcilla. Insatisfecho
con el material, insatisfecho en general, intentó también trabajar las
esculturas en alambre y por un tiempo elaboró mosaicos con caramelos de colores.
Dice que sus padres
siempre le motivaron ese lado creativo. Que viniendo de una familia
medio acomodada, una de las motivaciones que sus padres le facilitaban
eran los juegos de Lego.
“Eran tantas las fichas
que cuando visitaba la casa todavía había algunas dando vueltas por
ahí. Sin pensarlo mucho, empecé a reproducir objetos con las fichitas, a
ver cómo podía crear una forma curva a partir de ladrillitos de
plástico y a subir fotos de lo
que hacía en mi página de internet. Al cabo de unos semanas empezaron a
hacerme encargos. Al cabo de unos meses mi página colapsó”.
Doce personas en el mundo tienen el título de «Profesionales Certificados
Lego» . La compañía de juguetes danesa lo otorga a quienes considera
«Socios privilegiados », que, a pesar de no tener ninguna vinculación
formal con la marca, se destacan a la hora de promover la afición por
las fichas plásticas y explorar sus posibilidades creativas. Aunque la lista
deja por fuera al polaco Zbigniew Libera, que en 1996 creó una serie de
kits “lego” que imitaban el estilo de la marca, pero representaban
campos de concentración, incluye nombres como el del australiano Ryan
McNaught, el alemán Rene Hoffmeister y el imitador belga Dirk Denoyelle,
famoso por sus retratos de celebridades elaborados en fichas con diferentes tonos de gris.
También a Nathan
Sawaya, que es el único de los miembros del club que además tiene el
título de Constructor Master de la Academia Lego y pasó seis meses
colaborando con el departamento creativo de la empresa. Es también uno
de los pocos que, más allá de interesarse por la reproducción de
objetos, ha recurrido al Lego como material de expresión puramente
artística.
“Al principio me
interesaba imitar la realidad. Intentaba hacer una manzana y luego una
manzana más grande, un lápiz gigante o el perro que mis padres no me
quisieron regalar cuando era niño”, dice Sawaya, quien admite que las
esculturas de su primer período “no figurativo” eran más bien obvias en
su significado. En Grasp, por ejemplo, un hombre rojo en tamaño natural
intenta escapar de las manos grises que salen de un muro “Una respuesta a
los que me decían que no podía renunciar a una vida organizada”. En
Self , otro hombrecillo sale del pecho de un ejecutivo encorbatado y
gris al que las fichas dan una expresión de apatía “Siempre supe que
había un otro en mí. Un artista que luchaba por salir”. El artista
terminó por salir. En 2007 el Museo de Arte de Lancaster lo invitó para
la que sería la primera exposición en la historia de un museo
constituida exclusivamente de escultura elaboradas en Lego. En 2011 la
Bolsa de Bruselas lo invitó para su primera presentación en Europa.
Luego de un reportaje realizado por la cadena CNN, el interés de las
celebridades se sumó al que ya habían desarrollado galerías como Avant,
de Miami, y Agora, de Nueva York, y Donald Trump le encargó a Sawaya una
réplica del hotel que estaba construyendo en Dubái. Bill Clinton lo
invitó a exponer en su Fundación llamándolo “El Picasso de los legos” y
conservando uno de sus globos terráqueos sobre su escritorio personal.
El interés de las celebridades no ha decaído con los años: en la pasada
ceremonia de entrega de los premios de la Academia, Oprah Winfrey y Emma
Stone posaron con sus óscares, elaborados cada uno con quinientas
fichitas amarillas.
También los músicos de
Fall Out Boy y Lady Gaga se han interesado por su trabajo. La cantante
pasó todo un día trabajando junto al escultor en la manera como podría
incorporar su trabajo a alguno de sus videoclips. La decisión final fue
recurrir a Amarillo, ese hombre que se desgarra el pecho hasta vaciarse
las entrañas, que se ha convertido en la obra icónica del trabajo de
Sawaya y que con frecuencia se utiliza a la hora de promocionar sus
exposiciones.
Otra de sus obras
clásicas, Azul: la nadadora, que muestra un cuerpo femenino de tamaño
real a mitad sumergido en una piscina también hecha de fichas de lego,
suele ser exhibida en una sala oscura iluminada con motivos acuáticos.
Al frente de un equipo de doce personas, Sawaya supervisa cada montaje e
incluso usa su propia voz en la grabación de las audioguías de sus
exposiciones.
Sawaya sabe que detrás
de los encargos de firmas que quieren “esculturas lego” hay una
estrategia que se aprovecha de la fascinación del público por los
ladrillitos de plástico, pero minimiza el peso de la nostalgia en la
elección del material. Obras como su tríptico de torsos demuestran un recorrido
de exploración cromática y de formas. El buen artista también ha pasado
por la reinterpretación de obras clásicas que incluyen copias de la
Victoria de Samotracia y en tamaño real del Pensador de Rodin y la Venus
de Milo.
Desde hace varios
años, Sawaya realiza también versiones de pinturas “Por supuesto me
inspiro de las técnicas de mosaico, pero las fichas de Lego me dan un
relieve que no sé si puede ser visto como un mosaico tridimensional” .
Sawaya reprodujo La noche estrellada de Van Gogh y La gran ola de
Kanagawa utilizando capas de fichas que permitirían la misma ilusión de movimiento de las capas de pintura en los originales. Su Grito de Munch exigió que el personaje
se separara del fondo. Lo mismo ocurrió con los amantes de El beso de
Klint, convertidos en una escultura de 18.893 pequeños ladrillos de
plástico.
“Por un lado está mi
admiración por esos grandes artistas. Por otro, la idea de que estas
reproducciones a partir de un objeto que nos es tan familiar como esas
fichitas puedan despertar la curiosidad de los niños que visitan las
exposiciones. Todo vale para acercarlos al arte”. Un tiranosaurio de
seis metros de largo, cuya construcción le tomó todo un verano, es otra
de las obras que fascinan a los niños, pero Sawaya dice que su intención
es romper con la idea de que el Lego es solamente un juguete. “Las fichas son un medio artístico como cualquier otro”, afirma.
A los 41 años, Sawaya
continúa explorando. Hung-man, un hombrecillo de cincuenta centímetros
de alto, es su proyecto de arte callejero. “Lo dejo por ahí. Agarrado de
una señal de tránsito o de una cesta de basura. Es raro que pase más de
una hora antes de que alguien se lo lleve”. Otro de sus proyectos
recientes, “In Pieces”, consiste en esculturas de lego ubicadas en
escenarios reales y retratadas por Dean West , un fotógrafo australiano
de estilo hiperrealista. Sawaya considera el Vestido Rojo que usó para
esa serie y que da la impresión de flotar y deshacerse en el viento, una
de sus obras más elaboradas.
“Sigo trabajando igual
que antes. Dibujo lo que quiero hacer y a partir de ahí mucho de ensayo y
error. No creo que deje de trabajar en el Lego como material hasta que
acabe mis reservas. El problema es que tengo cuatro millones de fichas, llevo la cuenta de las fichas
que gasto y siempre las remplazo”, dice Sawaya, quien las compra “como
cualquier cliente”. Además recibe donaciones de familias que, a la hora
de deshacerse de sus fichas de Lego, prefieren hacérselas llegar por correo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario