Un grupo de científicos canadienses ha encontrado que esta emoción, experimentada como el deseo de cuidar de otra persona sin ningún tipo de compensación, emerge de una compleja interrelación entre nada menos que siete áreas separadas del cerebro.
Dicha actividad cerebral sólo se solapa de forma limitada con los impulsos cerebrales que se producen en el amor sexual o romántico, lo que sugiere que el amor incondicional debería considerarse como una emoción completamente independiente.
El profesor Mario Beauregard, del centro de investigación en neurofisiología y cognición de la Universidad de Montreal, que encabezó el estudio, declaró: "El amor incondicional, extendido a los demás sin excepción, está considerado como una de las mayores expresiones de espiritualidad".

Sin embargo, en el mundo real se plantea a menudo que ese tipo de amor se experimenta hacia personas con quien no existe ese vínculo. La cuestión es ¿por qué?
Los descubrimientos de Beauregard muestran que algunas de las áreas activadas cuando se experimenta amor incondicional también estaban involucradas en la liberación de dopamina. Esta sustancia está muy relacionada con la sensación de placer.
"La naturaleza de la compensación del amor incondicional facilita la creación de fuertes vínculos emocionales. Tales lazos pueden contribuir de forma crítica a la supervivencia de la especie humana".
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