Valdés celebra un tanto de sus compañeros (Foto, publico.es)
ESCRITO POR UN EX-PORTERO INTERNACIONAL.
Siempre he tenido la intención de escribir un post de defensa de los méritos de Víctor Valdés. Y creo que el mejor momento es ahora; cuando las críticas hacia él arrecian, no atraviesa precisamente su mejor momento y su gran rival, Iker Casillas está en plena campaña de lucha por el Balón de Oro.
De entrada diré que, sin pretender ser el más listo, jugué de guardameta (quería ser como Zubizarreta) y por ese motivo tengo ciertos conocimientos que no son de dominio general. El portero es el gran desconocido para el gran público; mucho más importante en la construcción del juego de lo que la gente se piensa.
En primer lugar, es conveniente saber que en los últimos años (más o menos desde que estos dos canteranos defienden las metas de los dos grandes de España), es más fácil ser portero del Madrid. A Casillas le llegan más veces, lo que le permite estar en constante contacto con el balón, activo, con ritmo. Por contra, es habitual que Víctor no tenga que intervenir más de dos veces por partido, lo que hace que estar ‘en juego’ sea mucho más complicado. Este es el motivo por el que porteros que parecían grandes en equipos menores, como Lopetegui, fracasaran en el Barça. Para un meta, y cualquiera que haya jugado bajo palos lo sabe, es más difícil sacar dos balones que diez.
Tras esto, analizaré las condiciones físicas y técnicas de uno y otro. Valdés es un portero sobrio, sin alardes, pero muy seguro. Es un auténtico líder para la defensa, a la que manda y organiza. Su potencia en las piernas ha permitido que en los tres últimos años tan solo haya recibido dos goles de falta directa, es ágil en el uno contra uno y seguro en los balones aéreos, que, como los porteros grandes, siempre agarra. Su extraordinaria colocación en el área es otro de sus grandes secretos para llegar donde está. Además, es un jugador que necesita presión, notar un rival para la titularidad para alcanzar su máximo nivel. No es casualidad que sus dos mejores rachas coincidieran con su circunstancial suplencia en favor de Rüstü y la llegada de Pinto al Barça.
Casillas, por su parte, es un meta que va mal por alto, donde despeja de puños, dando en muchas ocasiones segundas oportunidades a los equipos rivales. No ataja los chuts, lo que genera multitud de córners. No es especialmente bueno en el uno contra uno y tiene problemas en los disparos de media distancia porque su colocación no es la mejor. Es incapaz de ordenar a su defensa. Es un portero palomitero (aclaración, palomitero no es despreciativo, es un meta que da más espectacularidad de la necesaria a determinadas intervenciones, generando en el público la sensación de que la parada es estratosférica…).
De la manera que le pinto, parece que Iker, para mí, fuera, como dijo Gatti, “un portero horrendo”. Pues bien, estoy de acuerdo en esa afirmación, pero añadiré que tiene unos reflejos sobrenaturales que le permiten tapar con solvencia sus carencias, que son muchas. El gran secreto de Casillas son sus reflejos, algo en lo que Víctor, por contra, no anda sobrado.
También es destacable que Iker nunca reconoce su responsabilidad en los goles encajados, negando fallos más que evidentes. Por contra, Víctor ha dicho en multitud de entrevistas aquello de “siempre se puede hacer más, todos los goles que he recibido en mi carrera han sido culpa mía”. Diré también que no sé cómo respondería Valdés en la portería del Real Madrid, pero estoy convencido de que Casillas no podría ser portero del Barcelona.
Pero es que ayer, escuchando Carrusel Deportivo, preguntaron por el porcentaje de goles que recibe Valdés. Sus datos eran que realiza una intervención cada 40 minutos, recibe un gol cada 100 y el 29% de los disparos que sufre acaban en gol. Las compararon con las de Casillas, que interviene cada 30 minutos (más activo), recibe un tanto cada 85 minutos (peor bagaje) y ve como acaban en el fonde las mallas el 26% de los disparos que sufre. Es decir, la diferencia entre un ’santo’ que hace milagros y merece el Balón de Oro (Casillas) y un paquete sin calidad para defender la portería del Barça (Valdés) es un 3%. Si encima tenemos en cuenta que Casillas en el mercado no tiene precio y que cobra el triple que Valdés, a mí me compensa más que de sobra…
Siempre he tenido la intención de escribir un post de defensa de los méritos de Víctor Valdés. Y creo que el mejor momento es ahora; cuando las críticas hacia él arrecian, no atraviesa precisamente su mejor momento y su gran rival, Iker Casillas está en plena campaña de lucha por el Balón de Oro.
De entrada diré que, sin pretender ser el más listo, jugué de guardameta (quería ser como Zubizarreta) y por ese motivo tengo ciertos conocimientos que no son de dominio general. El portero es el gran desconocido para el gran público; mucho más importante en la construcción del juego de lo que la gente se piensa.
En primer lugar, es conveniente saber que en los últimos años (más o menos desde que estos dos canteranos defienden las metas de los dos grandes de España), es más fácil ser portero del Madrid. A Casillas le llegan más veces, lo que le permite estar en constante contacto con el balón, activo, con ritmo. Por contra, es habitual que Víctor no tenga que intervenir más de dos veces por partido, lo que hace que estar ‘en juego’ sea mucho más complicado. Este es el motivo por el que porteros que parecían grandes en equipos menores, como Lopetegui, fracasaran en el Barça. Para un meta, y cualquiera que haya jugado bajo palos lo sabe, es más difícil sacar dos balones que diez.
Tras esto, analizaré las condiciones físicas y técnicas de uno y otro. Valdés es un portero sobrio, sin alardes, pero muy seguro. Es un auténtico líder para la defensa, a la que manda y organiza. Su potencia en las piernas ha permitido que en los tres últimos años tan solo haya recibido dos goles de falta directa, es ágil en el uno contra uno y seguro en los balones aéreos, que, como los porteros grandes, siempre agarra. Su extraordinaria colocación en el área es otro de sus grandes secretos para llegar donde está. Además, es un jugador que necesita presión, notar un rival para la titularidad para alcanzar su máximo nivel. No es casualidad que sus dos mejores rachas coincidieran con su circunstancial suplencia en favor de Rüstü y la llegada de Pinto al Barça.
Casillas, por su parte, es un meta que va mal por alto, donde despeja de puños, dando en muchas ocasiones segundas oportunidades a los equipos rivales. No ataja los chuts, lo que genera multitud de córners. No es especialmente bueno en el uno contra uno y tiene problemas en los disparos de media distancia porque su colocación no es la mejor. Es incapaz de ordenar a su defensa. Es un portero palomitero (aclaración, palomitero no es despreciativo, es un meta que da más espectacularidad de la necesaria a determinadas intervenciones, generando en el público la sensación de que la parada es estratosférica…).
De la manera que le pinto, parece que Iker, para mí, fuera, como dijo Gatti, “un portero horrendo”. Pues bien, estoy de acuerdo en esa afirmación, pero añadiré que tiene unos reflejos sobrenaturales que le permiten tapar con solvencia sus carencias, que son muchas. El gran secreto de Casillas son sus reflejos, algo en lo que Víctor, por contra, no anda sobrado.
También es destacable que Iker nunca reconoce su responsabilidad en los goles encajados, negando fallos más que evidentes. Por contra, Víctor ha dicho en multitud de entrevistas aquello de “siempre se puede hacer más, todos los goles que he recibido en mi carrera han sido culpa mía”. Diré también que no sé cómo respondería Valdés en la portería del Real Madrid, pero estoy convencido de que Casillas no podría ser portero del Barcelona.
Pero es que ayer, escuchando Carrusel Deportivo, preguntaron por el porcentaje de goles que recibe Valdés. Sus datos eran que realiza una intervención cada 40 minutos, recibe un gol cada 100 y el 29% de los disparos que sufre acaban en gol. Las compararon con las de Casillas, que interviene cada 30 minutos (más activo), recibe un tanto cada 85 minutos (peor bagaje) y ve como acaban en el fonde las mallas el 26% de los disparos que sufre. Es decir, la diferencia entre un ’santo’ que hace milagros y merece el Balón de Oro (Casillas) y un paquete sin calidad para defender la portería del Barça (Valdés) es un 3%. Si encima tenemos en cuenta que Casillas en el mercado no tiene precio y que cobra el triple que Valdés, a mí me compensa más que de sobra…
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