Hemos leído que las autoridades han alertado por medio de mensajes en los teléfonos inteligentes y las redes sociales de los peligros de las drogas. Siempre nos sorprenden estas campañas de concienciación pública que ponen en marcha los gobiernos. En general, suelen ser una riada de dinero publicitario para los medios. Pero en este caso puede que ahorremos un poco, aunque no mucho, al elegir un soporte menos costoso. No olvidemos que también se prima un canal porque interesa engordarlo de valor. En este caso, la excusa es que se trata de impactar a los jóvenes, y para ello se eligen los canales que frecuentan. Porque hemos conseguido que no fumen, pero el consumo de drogas de diseño se dispara, quizá porque a ese mercado no le llegan las subidas de tasas ni de IVA ni se han podido ilustrar sus cajetillas con imágenes de pulmones destrozados y fetos ahumados. Pero lo sorprendente es elegir un canal que está causando las mayores adicciones contemporáneas, para prevenir de otras adicciones tan dañinas.
Esto recuerda mucho a cuando se prohibió que en eventos deportivos y camisetas de equipos pudiera lucirse publicidad de tabaco y alcohol. Inmediatamente fueron sustituidos por anuncios de casas de apuestas y países dictatoriales pero ricos en petróleo. Es decir, que considerábamos la ludopatía y la cleptocracia hábitos mucho más dignos que el alcoholismo y el tabaquismo. Bueno, cada época tiene sus vicios. O, mejor dicho, toda época celebra como virtudes lo que en el futuro será considerado un vicio. Y el descaro y la doble moral son los dos grandes valores de la sociedad actual, así que son celebrados en cada decisión del poder. Porque anunciar los peligros de las adicciones en los teléfonos móviles es como anunciar en las papelinas de cocaína que fumar es perjudicial para la salud. Como si en las jeringuillas de los yonquis se incluyera una advertencia de que el alcohol es malo para el hígado. Como si junto a la pastillita de éxtasis se le obligara al camello a repartir un folleto contra las grasas y azúcares de los menús de comida rápida.
Lo que sería más honesto es que las autoridades advirtieran a través de los teléfonos móviles de la peligrosa adicción a los teléfonos móviles. De la saturación inconsistente de una enorme masa social que se deja los ahorros en algo prescindible y que ha cambiado sus hábitos de vida para enfrascarse en el déficit de atención, las relaciones de sometimiento y la esclavitud a fenómenos nuevos de la era de la comunicación como la falta de pudor y el enganche a la conexión perpetua en la Red mientras se sacrifican el contacto personal y los valores colectivos. Toda droga contiene placeres y ventajas, sería estúpido negarlo, de lo que se trata es de percibir sus peligros antes de lanzarse al consumo. En eso consiste la libertad, en poseer cuanta más información mejor. Es esa sesgada estupidez de los avisos de la autoridad lo que enciende las alarmas. Llegan siempre dos generaciones tarde con sus advertencias bienintencionadas. Pero quizá la verdad sea mucho más compleja que un mero retraso para tomar el pulso a la realidad y tenga más que ver con el negocio puntual de cada época, ese lucrativo rincón que nunca hay que tocar cuando nos deja sus réditos más sustanciosos.
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