Los especialistas de la NASA y de otras agencias espaciales ya no
ocultan su preocupación ante la trayectoria que sigue un enorme
meteorito, bautizado con el aséptico nombre de 1999 RQ36. Según los
últimos cálculos, existen altas probabilidades de que en 2182 impacte
contra nuestro planeta. Por esta razón, equipos de astrofísicos están
siguiendo atentamente su recorrido, al tiempo que se ponen en marcha
multimillonarios proyectos para desviarlo llegado el momento.
La posibilidad de que el asteroide 1999 RQ36 se estrelle contra la
Tierra puede estimarse aproximadamente en una entre mil. Pero resulta
sorprendente que más de la mitad de probabilidades corresponden al año
2182». Quien así habla no es ningún profeta apocalíptico, sino una
científica de prestigio internacional. Se trata de la profesora María
Eugenia Sansaturio, perteneciente a la Universidad de Valladolid y con
una larga trayectoria profesional a sus espaldas en la detección de
amenazas estelares sobre nuestro planeta. Ya en 2002 formó parte del
equipo fundador del Spaceguard-Spain, el sistema español dedicado a la
búsqueda de meteoritos y bólidos peligrosos para la Tierra. Desde
entonces, Sansaturio escruta con el máximo interés el cosmos, pendiente
de cualquier objeto letal que pudiera atravesarlo. Hace unos años puso
sus ojos sobre uno que sus colegas habían despreciado. El asteroide en
cuestión era el 1999 RQ36, de reciente conocimiento entre los
astrónomos, puesto que la primera parte del nombre corresponde a la
fecha de su hallazgo.
En aquellos momentos, la trayectoria del
asteroide pasó bastante desapercibida. La NASA le otorgó una posibilidad
entre 3.850 de que terminara estrellándose contra la superficie
terrestre. Sin embargo, nuevos cálculos incrementaron el riesgo y
dispararon las alarmas. Primero fue un equipo de investigadores
italianos quienes, en 2009, ampliaron la probabilidad de impacto a una
entre 1.400 y, apenas unos meses después, la profesora Sansaturio
estrechó aún más el margen hasta situarlo en uno entre 500 para el año
2182. Finalmente, publicó estos resultados en la revista Icarus junto a
otros científicos de la Universidad de Pisa (Italia), del Laboratorio de
Propulsión a Chorro (EE UU) y del Instituto de Astrofísica Espacial y
Física Cósmica en Roma (Italia).
PELIGRO REAL
Nos haremos una
mejor idea de la peligrosidad del 1999 RQ36, si recordamos que la
probabilidad de impacto contra la Tierra del asteroide Apophis, centro
de atención de todas las agencias espaciales del mundo, es de una entre
250.000 para el año 2036. La diferencia es absolutamente descomunal con
respecto al 1999 RQ36. No obstante, el Apophis puso en alerta a varios
organismos internacionales, que pensaron en fletar alguna misión
conjunta destinada a desviar cuanto antes a este asteroide de su ruta.
Pero,
¿es para tanto? La respuesta es sí, porque a estos cálculos y
estimaciones siempre debemos añadir un cierto margen de incertidumbre
que jugaría todavía más en nuestra contra. Así, por ejemplo, la órbita
del 1999 RQ36 ha sido fijada a partir de 290 observaciones ópticas y 13
mediciones por radar. Pero estos estudios no resultan garantía
suficiente, pues es bien sabido que los asteroides ven modificada su
trayectoria por el denominado «efecto Yarkovsky». Ivan Osipovich
Yarkovsky fue un ingeniero ruso que, hacia 1900, observó cómo el calor
del Sol podía alterar la órbita de un pequeño objeto rotatorio. La
radiación era absorbida e irradiada de manera diferente según se hiciera
de día o de noche sobre su superficie. Una circunstancia que, a la
larga, terminaba por cambiar o acelerar la ruta del objeto en cuestión,
sobre todo si las proporciones del bólido celeste no eran excesivamente
grandes, como ocurre con el 1999 RQ36. En los planetas, sin embargo, el
efecto Yarkovsky apenas deja huella porque estos tienen una masa muy
superior.
«La consecuencia de toda esta compleja dinámica es no sólo
la existencia de una probabilidad de impacto comparativamente elevada,
sino que únicamente podríamos intentar desviar su trayectoria poco antes
de la colisión, en 2180, o previamente a 2160, lo cual sería más
factible», advierte Sansaturio. Pero, además, es aconsejable saber con
mucha antelación la existencia de esta amenaza, porque las medidas a
tomar requieren de una tecnología que aún no está desarrollada.
EFECTOS FATALES
Otra
evidencia poco halagüeña es que el 1999 RQ36 posee un tamaño
considerable. Aparenta un diminuto punto de luz perdido en lo más
profundo del universo y, sin embargo, tiene unos 560 metros de ancho, el
equivalente a casi 6 campos de futbol y más del doble del temido
Apophis. Su colisión contra la Tierra causaría estragos irreparables en
un área muy extensa de la misma. En 2010, una investigación realizada
por el Instituto de Ciencias Planetarias de Tucson (Arizona, EE UU) y
financiada por la NASA, concluyó que una roca espacial de 500 metros a
un kilómetro de diámetro podría generar una descomunal catástrofe
ambiental, incluso aunque impactara contra el mar. Los efectos en cadena
provocados por tal suceso serían devastadores. Hasta ahora se pensaba
que una colisión de esta clase desencadenaría un poderoso tsunami. A
pesar de su violencia, sólo tendría repercusiones en los litorales
circundantes, defendían los científicos. Sería, por tanto, una desgracia
localizada en una zona determinada. Nuestro planeta podría encajar el
golpe y el número víctimas, tanto humanas como de animales, sería
asumible para todas las especies.
Pero el nuevo estudio elaborado en
Tucson cambió el enfoque. Se preocupó por observar cómo perjudicaría ese
gran choque a la capa de ozono y ahí surgió la sorpresa: la química
atmosférica superior quedaría absolutamente perturbada. Estaríamos
hablando de un agujero que eliminaría enormes proporciones de ozono
durante varios años. La disminución de esta protección elevaría la
radiación ultravioleta, lo que repercutiría en el cultivo de alimentos,
el crecimiento de las plantas, el ADN molecular y potenciaría las
quemaduras de la piel o las cataratas oculares en los seres humanos. El
índice de radiación ultravioleta estimado rondaría el valor 20, cuando
ya con 10 se recomienda no permanecer al sol demasiados minutos.
SIEMPRE EN INTERIORES
Una
de las investigadoras firmantes de este trabajo, Elisa Pierazzo,
pronosticaba que «nunca hemos llegado a extremos semejantes y no sabemos
exactamente qué es lo que ocurriría, pero probablemente tendríamos que
permanecer en interiores para protegernos y salir sólo por la noche,
después del atardecer, para evitar daños mayores». Pierazzo también
aprovechó las conclusiones de su investigación para clamar por el
desarrollo de una tecnología espacial capaz de destruir o neutralizar
posibles asteroides peligrosos. Al mismo tiempo, sugería la siembra de
cultivos más tolerantes a los rayos ultravioletas y almacenes de
alimentos para todos esos años en los que la productividad agrícola se
redujera considerablemente.
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