No hay un solo edificio que pueda levantarse sin unos sólidos cimientos. Este Real Madrid, paradójicamente el campeón de las dos últimas Ligas, que ni siquiera le han servido para aferrarse a los proyectos deportivos de los entrenadores que le llevaron al éxito (Capello y Schuster), está pagando muy caro la prepotencia de su director deportivo: Pedja Mijatovic. Creía que ficharía sí o sí a Cristiano Ronaldo y no le importó que se fuera Robinho sin tener un sustituto para el brasileño. No vino Cristiano y deprisa y corriendo tuvo que buscar un sucedáneo, Rafael van der Vart.
Todas las miserias de una plantilla corta y mal diseñada (le faltan urgentemente dos laterales, un organizador y un extremo) han salido a la luz en cuanto se han lesionados dos titulares, Diarra y Van Nistelrooy, poniéndose de manifiesto que Saviola sólo está para hacer bulto.
La solución la ha querido encontrar Mijatovic en el mercado de invierno, cometiendo la torpeza, desvelada por el diario ‘Marca’, de querer inscribir para la Champions a dos jugadores que ya han disputado la UEFA, por lo que sólo uno de ellos podrá hacerlo. En cualquier empresa semejante error, que no desliz, representaría el despido fulminante del infractor. El Madrid, como el Barça, es una multinacional que mueve más de 300 millones de euros y exige que sus cargos directivos conozcan al dedillo las normativas y leyes. Además está el daño irreparable a la imagen del club.
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