Inauguramos 2008 fichando a Pinto, todo un síntoma. Con Messi lesionado, Ronaldinho curando una lesión que aún es un misterio, Deco con tendinitis y Eto’o haciendo las maletas para ir a la Copa África.
Aun así, el equipo estaba vivo en la Liga, porque el Madrid cada vez que cruzaba Despeñaperros se dejaba puntos. En esas, para animar a la peña, a Rijkaard se le ocurrió organizar una costellada que acabó como el rosario de la aurora. Mientras los jugadores asaban salchichas con cara de asco, Ronaldinho se escondía en el autocar. Casi no se le volvió a ver más hasta que cuatro meses más tarde salió del Botafumeiro con destino a Milán.
En dos meses, se tiró la Liga por la borda porque, como dijo Rijkaard después de caer en Vilarreal, “los rivales son equipos muy ordenados”. En la Copa se fueron pasando rondas hasta que un Valencia en guerra civil nos eliminó en semifinales a pesar de una prima de urgencia.
Fue entonces cuando Ingla habló con Mourinho, Eto’o dijo que si no se ganaba nada, él se iba y Sala i Martín desveló que Deco y Ronnie estaban apartados del equipo. Ambos rectificaron poco antes de que que Laporta abroncara a los peñistas al grito de “al loro, que no estamos tan mal”. Pero Scholes no se dio por enterado y nos echó de la Champions antes de que un equipo en servicios mínimos le hiciera el pasillo al Madrid. Y el pasillo fue lo de menos. En plena esquizofrenia, Rijkaard se fue entre aplausos, mientras Laporta se veía por la tele y no se reconocía, pero superaba una censura que liquidó a media junta al tiempo que Guardiola llegaba para hacer que todo lo escrito hasta ahora parezca que pasó hace una eternidad
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