De la mano de Mesut Özil, autor de un tanto y de dos asistencias de gol, Alemania derrotó a Inglaterra en una pobre final y se llevó por fin al cuarto intento el único título continental que le faltaba en su glorioso palmarés, el Europeo sub 21.
Como en todo el campeonato, el equipo que dirige Horst Hrubesch a exhibió una sólida defensa -un gol encajado en cinco partidos-; disciplina, una eficacia envidiable -hizo gol en sus dos primeras ocasiones- y el talento de Özil, un jugador llamado a grandes metas, pero volvió a ser un equipo sin grandeza, ganador pero aburrido y pobre en juego.
Alemania no tuvo ningún rubor en tirarse atrás desde el inicio, tal como lo lleva haciendo todo el torneo, confiándolo todo a esperar el error ajeno y cazar algún contraataque. Salvo los cinco primeros minutos, en los que Inglaterra salió como un tiro y Theo Walcott -desaparecido el resto del partido- desperdició una buena ocasión, el resto se jugó como Alemania quería: con el balón en los pies pero sin espacios, Inglaterra mostró muchas limitaciones y no creó demasiado peligro.
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