SIPNOSIS: El chip Zoë, un implante de memoria, se coloca en el cerebro cuando naces, y su misión es grabar absolutamente toda tu vida. Cuando mueres, esa grabación se edita en una "rememorización" de todo lo sucedido, como una película que se muestra en tu funeral con las piezas unidas por un montador. Juguete para los privilegiados, los chips Zoë están cambiando la interacción de los humanos, pues saben que están siendo grabados, pero algunos se oponen a dicha tecnología emergente, pues creen que los recuerdos están hechos para desvanecerse con el tiempo.
Es impactante ver como el montador (Robin Williams) utiliza toda su vida y su trabajo a la búsqueda de sí mismo. Busca ver su vida a través de los ojos de los demás. Sufre con lo que ve, se apiada de los que lo sufren y su vida gira en torno a la vida que se refleja en sus cintas. Él es el devorador de pecados. Resume las vidas limpiando las partes que no interesan recordar. Esas partes, esas crueldades, esa violencia... le devorará su alma. Por eso hace lo que hace. Por eso sale con la chica que vio en uno de los videos, porque no quería que sufriera por la pérdida de su marido. O por eso sufre por la niña que fue agredida sexualmente por su padre.
Robin Williams nos regala una actuación adecuada, como casi siempre. Jugando un poco a ser dioses, la historia nos va adentrando en buscar dentro de nosotros mismos, esos actos de mal juicio que están en la película de nuestra propia vida. Me ha gustado a pesar de ser tremendamente lenta y pausada. Ante todo es imaginativa, curiosa, con un trasfondo importante por las implicaciones que podría acarrear si lo que se cuenta fuese realidad. Los momentos en los que el personaje de Robin Williams se cuestiona y replantea su profesión, son hábilmente interpretados por esta actor.
¿Que pasaría si tuvieras un implante en tu cabeza que grabara todos tus momentos de intimidad y dejara ver tu verdadera personalidad sin que tu lo supieras?
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