Últimamente hemos comprobado que la moral se ha convertido tambien en una mercancía.
Todo ello extiende la sensación de que a quien verdaderamente le rendimos cuentas morales es a nuestra empresa. No existe una autoridad más alta ni queda espacio reservado para la íntima enmienda, para el arrepentimiento particular. Como demostró el asunto de Tiger Woods, los patrocinadores son Dios y la marca que se tiene bajo contrato reproduce la ira tremenda con la que el Creador de Todas las Cosas expulsó a los díscolos Adán y Eva del parque temático en el que tenía pase gratuito para todas las atracciones. Dicen que a Mourinho le tendrían que echar del Real Madrid porque perjudica a la marca, pero si ganara títulos importantes asistiríamos a una pugna entre lo abstracto y lo concreto.
Es divertido vivir en una sociedad donde el ojo de Dios son tus conciudadanos con un móvil o los receptores de tu arrebato en Twitter. Las armas del puritanismo se han fortalecido. Tendremos que luchar contra ellas, y esto es serio, siendo mucho más cabales, capaces de admitir los defectos de los demás como admitimos los nuestros y practicando la compasión más que la inquisición. Valorando a los modistos por su moda, a los actores por su papel, a los golfistas por su golf y a los escritores por su escritura. Lo otro nos ha de preocupar si hemos de compartir casa con ellos o casar a la niña. Lo contrario es premiar al mejor hipócrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario