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Desde su creación en 1984 por el científico soviético Alekséi Pázhitnov, se han vendido más de 100 millones de copias de Tetris en
todo el mundo y es considerado por algunos el mejor videojuego de todos
los tiempos. Los efectos que produce sobre el cerebro han sido
estudiados desde muchos puntos de vista, desde la forma en que se
acomoda el rendimiento cerebral a medida que se aprende, hasta dar su
nombre a un efecto psicológico. El conocido como "efecto Tetris",
por el que la mente del usuario continúa colocando las piezas durante
el sueño, se ha utilizado incluso para mejorar la situación de las
víctimas de estrés post-traumático, pero ¿dónde está el secreto de su
éxito?
El psicólogo Tom Stafford, conocido por su web 'Mind Hacks', analiza en un artículo para BBC
cuáles son las circunstancias que hacen de Tetris un juego irresistible
para nuestro cerebro. En su opinión, el factor más importante es que Tetris "toma ventaja del placer básico que experimenta nuestra mente cuando ordena cosas, y lo utiliza contra nosotros".
Cuando lanza incansablemente fichas desde el cielo para que las
coloquemos, lo que está haciendo el videojuego es crear infinitas tareas
sin acabar que captan irremisiblemente nuestra atención. Cada acción
del juego, explica el psicólogo, nos permite resolver una parte del
puzle, llenando fila tras fila para que vayan desapareciendo, pero sigue
generando nuevos problemas que nos pueden llevar horas. "La misma
satisfacción que produce rascarse", asegura Stafford.
Otros videojuegos explotan la misma tendencia humana a ordenar cosas,
como en el caso del billar, pero solo Tetris convierte esta labor en
interminable y parcial. En los años 30 el psicólogo ruso Bluma Zeigarnik
reparó por primera vez en este fenómeno al fijarse en las costumbres de
un grupo de camareros de un concurrido café: eran capaces de retener
hasta 12 peticiones distintas con todo detalle, pero una vez que lo
habían servido lo borraban para siempre de su cabeza.
Este fenómeno, bautizado en los libros de texto como el efecto
Zeigarnik, es el mismo que se produce, según Stafford, en los concursos
de televisión. Uno puede no tener el menor interés sobre en qué año se
fundó la BBC, pero una vez que se formula la pregunta resulta
extrañamente irritante no saber la respuesta y la cuestión permanece
clavada en nuestra mente hasta resolverla.
Lo que ocurre con el videojuego Tetris es que explota este fenómeno
de una manera continua. Cada uno de los bloques que cae del cielo son al
mismo tiempo un problema y una potencial solución, y nuestro cerebro
tiene escasos segundos para decidir qué cinco teclas de los controles
debe tocar para arreglarlo. Una posible explicación para el efecto
Zeigarnik, razona Stafford, es que la mente está organizada para
perseguir metas. Una vez que conseguidas, nuestra mente fija la atención
en otro problema. Como si fuera un parásito cerebral,
Tetris coloca un problema tras otro y nos hace caer en la trampa por el
extraño placer que produce poner orden, aunque sepamos que el objetivo
del juego no conduce a ninguna parte.
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